Luis, el de sonrisa de niño.

Conocí a Luis Hernández un buen día del 2009, un ser humano con todos los rasgos de un buen maestro, apasionado por la educación, con cierto semblante de niño grande, aportando a la planificación educativa y luego tomando la bandera de la educación primaria para izarla al viento, en momentos en que visionábamos transformaciones evolutivas trascendentales como la continuidad de primer a tercer grado, las unidades pedagógicas, la introducción del inglés como segundo idioma, la profesionalización de docentes, la educación artística y sobre todo el desarrollo infantil pleno.

Como suele suceder cuando se toma la vida en serio, nunca se obtiene suficiente paciencia, ni tiempo, ni espacio para todos los resultados y propósitos que se asumen, es como un largo viaje en agitados océanos, teniendo claridad del puerto a donde vamos, a veces mirándolo con ojos cerrados, otras, observando a lo lejos el punto de llegada, con la certeza que colectivamente se alcanzará, convirtiendo cada momento en significativas victorias bajo el sol.

Organizar las teleclases, diseñar programa de especialización del magisterio de primaria, entusiasmar a los equipos educativos, seleccionar los mejores materiales y metodologías para los aprendizajes en primaria, acompañar a delegaciones municipales y centros escolares, promover los certámenes de excelencia académica y docente, proyectar nuevas iniciativas para los próximos años… son solo parte de acciones que llevan su sello y aportes sustantivos, fue una voz en espacios internacionales, sencillo labrador de los afanes de cada día, humilde de corazón y enorme compromiso militante.

Un día me entregó un rosario de la virgen de Guadalupe, con profundas convicciones de un hombre de fe, que transita la vida mirando brillar las estrellas que configuran la eternidad, quizás por eso en sus sonrisas arropaba la seguridad de que sus obras en el camino recorrido correspondían a las de un sembrador en tierra fértil, legando hermosas cosechas educativas. Por ello al ver partir al compañero, maestro, alegre artista, poeta de las acciones y protagonista de batallas por la vida buena, se convierte en un momento de incrementar compromisos, energías y redoblar los pasos del camino a victorias, decirle que estamos para llegar y llegaremos para partir a nuevas metas, que siempre estará, y está, en las lluvias de invierno y salida de cosechas; en las noches estrelladas y el silencio del verano, en las sonrisas que hoy celebran el día de la niñez, contando con que hay muchos Luis Hernández para construir aprendizajes y desarrollo humano.

Solo bastará mirar al cosmos y encontrarte en la constelación de educadores sin adjetivos, que nos siguen inspirando con su brillo, vocación y miradas.

Salvador Vanegas,  junio 01 del 2021

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