Las huellas de la alfabetización marcadas en el corazón de los nicaragüenses

Esta mañana, durante declaración del Mural Artístico de la Educación, ubicado en la Escuela Normal Ricardo Morales Avilés, los futuros maestros de esta casa de estudio tuvieron la oportunidad de apreciar Museo con materiales utilizados en la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización “Héroes y Mártires por la liberación de Nicaragua”.

La exposición de este museo personal, se dio gracias al trabajo de recopilar los materiales que usaron 4 ex alfabetizadores de 1980, del departamento de Carazo, coordinados por el compañero Julio Ortiz Moncada, quien alfabetizó con 20 años de edad, en la comunidad  Guapinol- Los Mangos, en el municipio de Morrito, departamento de Río San Juan.

Esta muestra física de la historia, la presentan a los estudiantes acompañada de un video y charla para sensibilizarlos sobre lo que significó la CNA de reducir la taza del analfabetismo en 1980 al 12.96 por ciento, lo que significó que 422 mil nicaragüenses aprendieron a leer y escribir, gracias a la solidaridad de los 155 mil jóvenes que dejaron sus hogares y fueron adoptados por campesinos en sus casas.

Ortiz hoy a sus 60 años, revive la hazaña histórica que dejó una huella imborrable en su vida, porque aún preserva su relación con su familia adoptiva a la que alfabetizó, a su Mamá Ernestina Ibarra Gaitán, su papá Juan Gaitán y sus hermanas, Elsa, Idalia, Nora, Odilia, José y Jorge Gaitán Ibarra, a quienes visita 2 veces en el año y se comunica toda las mañanas para dar los buenos días y por las tardes, saber cómo fue su día y desearles buenas noche.

“Para mi es una necesidad saludarlos todos los días, saber cómo están, son parte de mi vida, son mi familia”, asegura Ortiz.

Explicó, que conseguir toda las evidencias de la epopeya cultural de este museo personal, no ha sido nada fácil, lo importante es que conservan esa parte de nuestra historia, con las cartillas, el diario de campo, lámparas Coleman, las pizarras de cuerina, cotonas, la mochila, fotografías, pero especialmente que aprendieron a ser responsables, disciplinados y a trabajar.

“Aprendimos más de lo que enseñamos, aprendimos a labrar la tierra, respetar a la madre naturaleza a ordeñar; mi tesoro más preciado es una carta que escribió la niña Elsa Mayela Gaitán Ibarra de 11 años una de las 11 personas a las que enseñé a leer y escribir, ella se la envía a mi abuela y da las gracias porque fui a compartir el pan del saber”, concluye Ortiz, desbordado de emoción.

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